sábado, 7 de noviembre de 2009

Falsedad ideologica...

Si confiamos en el ser humano, tenemos la abierta libertad de creer, en nosotros mismos primero, en los demás después. Pero cuando transgreden la sutil barrera de la confianza, se destroza algo en el alma. Parece que el tiempo se detiene y se llena de un aire denso que no divisa nada.

No todo es como lo vemos. Ni como lo sentimos. Ni como lo pensamos.

Los sentidos, engañosos sentidos, nos presentan una realidad que llegamos a interpretar como algo seguro, cuando así los signos nos lo plantean. Si pudiésemos sacar todas las posibles inequidades que las palabras presentan cuando tratamos de confiar en otro, esto sería posible. En su totalidad.

Y aquí aparece la señorita falsedad.

Vestida de fiesta, se infla como pecho de paloma al ver su plan cumplido. LLega satisfecha, ganadora, un peso menos en el cuerpo. Lo hecho, hecho está. Y bien. Logró su objetivo.

Y es que muchas veces la pérdida de confianza se tranforma en un duelo complicado. Sobretodo cuando perdemos la imagen de una persona, cuando nos sentimos decepcionados y ya no sabemos quien es el otro, es realmente la muerte de algo de esa persona y la muerte de algo de nosotros.

Y, por supuesto, la falsedad puede cumplir la tarea de no hacer tan terrible la decepción, y seguimos mostrando ser quienes no somos o como no nos sentimos.