martes, 9 de junio de 2009

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Luego de estar varias lunas fuera del mundo informático, quizás en un afán de querer abstraerme de muchas cosas, que conseguí hacer, me doy tiempo ahora para referirme a esas 2 o 3 personas (en mi caso muchas porque yo en mi haber tengo gente que me odia y me quiere tal cual soy) a las cuales le haya hecho sentir el poder de mi "atorranteria" les pido gracias! ya que gracias, valga la redundancia, es por ellos que he podido alejar esos fantasmas del pasado que tan jodidos son y que al fin y al cabo no tiene importancia ya que como digo "no valen la pena".

Es por eso que he decidido crear historias paralelas a este mundo en son de desvincularme totalmente de estos "entes informales" que surcan mi ya lamentable existencia.

Doy inicio a lo tendrá como nombre "Crónicas Marcianas" y de una vez por todas mandar a la mierda a toda esa gentuza que me jode con el pensamiento. (De paso pongo en practica esto que dejo Bejarano como "enseñanza" con sus ya jodidas conferencias.)

Abigaíl 28.03.08

Todo empezó a mediados de diciembre pasado. Mientras chateaba animadamente una noche, entró ella con el nick Uma. Luego de una rápida presentación, no tardo en aparecer en la pantalla la clásica pregunta: ¿De donde eres? de Lima Perú. ¿Y tú? Respondí. De Pristina. Ah, dije ingenuamente, eres yugoslava. -No. Soy albanesa - kosovar, respondió.

A pesar de haber mucha gente chateando aquella noche, ella buscaba mi conversación, por lo que ingresamos al privado. Allí me contó que su verdadero nombre era Abigaíl, que tenia 29 años y que había estudiado en Madrid, donde perfecciono su español. Nos contamos chistes, bromeamos acerca de la "pequeña distancia" que nos separaba. comentabamos música, cine, etc. Hasta que me preguntó acerca de los años que Perú soportó el terrorismo. -¿Como hicieron para superarlo? Te lo pregunto porque estamos pasando por algo parecido-. Luego de explicarle las acciones que se tomaron en nuestro país, termine diciendo que la paz se consigue si un pueblo la desea de todo corazón.

Eso pareció impresionarla bastante. Intercambiamos correos electrónicos y nos hicimos amigos. Día a día me iba ganando la necesidad de pasar horas charlando sobre nuestras actividades y lo que nos pasaba por el espíritu. Me contó que su provincia Kosovo, buscaba una autonomía gubernamental, pero Yugoslavia no estaba dispuesta a permitirlo. Entonces, un grupo político había decidido iniciar actos de violencia, a pesar de que muchos albaneses no estaban de acuerdo.

Después de Año Nuevo, me dijo que las cosas empeoraban porque tropas oficialistas atacaban Pristina en busca de rebeldes. Fue por esos tiempos que nuestra amistad se fortaleció aun más. Podía percatarme a través de esa fría pantalla de todo el dolor de ella y su familia pasaban. Me narraba como desaparecían vecinos y amigos suyos. Una mañana de febrero encendí la computadora y su mensaje oscilaba desesperadamente en la barra. - He llorado toda la noche. Tú eres la única persona del mundo con la que puedo hablar-. Me sentí muy extraño. Por una parte me gustaba saberme de ella. Sin embargo, de otro lado, me deprimía mucho lo que le sucedía. Habían bombardeado por primera vez Pristina. Abigaíl, sus ancianos padres y un pequeño sobrino se refugiaron en el baño. La luz estuvo cortado por 3 horas y la linea telefónica acababa de ser restablecida. -¿Por qué no te vas a España?- le dije. -No podemos. Son muchos motivos-, me contestó.

El 15 de marzo, lo recuerdo muy bien, me dijo: "Quiero que sepas que has sido muy importante para mí. Tus palabras y el saber que estabas allí en mi computadora a mi lado, me han dado muchas fuerzas. No importa lo que pase, recuerdame con cariño." En medio de la confusión, la ansiedad y la tristeza, le increpé por hablarme con ese tono tan pesimista. La respuesta no se hizo esperar. Me dijo que se hacía inminente la intervención de las fuerzas de la OTAN. -Antes los ojos del mundo quedarán como héroes, pero van a tomar para ellos un pueblo destrozado-. Yo, sin comprender nada, le dije que haría lo que estuviera a mi alcance para ayudarla. Ella se despidió con un "hasta mañana". Pero no hubo un día siguiente. Todos mis mensajes quedaron perdidos en ese limbo que dibujan las guerras. Cada vez que chequeo, me encuentro con un vació impregnado de nostalgia. No creía en los chats. Ahora creo, pero los detesto. Porque las palabras que lees en tu pantalla toman por asalto tu alma, mas casi nunca puedes materializar tus pensamientos.

Navegando el website de un diario londinense el 29 de marzo, me encontré con la foto de una interminable hilera de refugiados albaneses caminando en la frontera con Macedonia. Entre esos rostros destacaba el de una bella joven cargando una pesada bolsa, con el rostro quebrado por el sufrimiento. Usando el photoshop la amplié, compré un marquito de plastico corriente y la puse junto a mi computadora. Y tal vez como queriéndome aferrar a simple ficción, escribí al pie: Abigaíl. 28.03.08.






2 comentarios:

Unknown dijo...

gente de mierd.. q habla tonteras!..sin saber los motivos!.

...pajoza tu historia! =D, Me pegaste...y por ratos te imagine en la compu con el rostro perplejo por lo que te dice abigail.

Saludos desde algún lugar :)

Anónimo dijo...

Está muy genial tu historia!
Cada vez que das "click" a una ventana nos sumergimos en un mundo nuevo, eso es demasiado genial.
Saludos :D